jueves, 16 de diciembre de 2010

Capitulo 1

. ‘El movimiento de rotación de la Tierra: es cuando gira sobre sí misma en sentido inverso a las agujas del reloj, es decir, de oeste a este. Por eso, el Sol aparece por el oriente (salida) y desaparece por el occidente (puesta). También sabemos que la rotación demora casi un día (23 horas, 56 minutos y 4,09 segundos), y que en el Ecuador es…’ 
El pitido agudo del horno microondas interrumpió su concentración.
Sara había salido nuevamente con ese tipo quedando en su casa ella sola y teniéndose que conformar con la comida para recalentar que le había dejado.
Se permitió un recreo para cenar. Sacó el plato con cuidado de no quemarse esta vez. Miró los trozos de carne revuelta y se dijo a si misma para animarse que para variar estaba bien. Tristemente no recordaba la última noche en la que no había llamado al delivery por una pizza. 
Luego de comer, volvió a intentar con los deberes.
‘La primera referencia tomada por el hombre fue el Sol, cuyo movimiento aparente, originado en la rotación de la Tierra, determina el día y la noche, dando la impresión que el cielo gira alrededor del planeta...’ ‘Deberíamos estar nadando en un gran charco de vómito’ pensó. Todo gira, constantemente, sin cesar. De solo imaginarlo le daba nauseas, poseía un estómago débil o quizás había sido la comida. Si, eso: la comida.
Fue corriendo al baño con la mano en su estómago y sintiendo arcadas, giró la perilla de la puerta y se encerró. En cuclillas al inodoro, escuchó débilmente el sonido del motor de la SUV del pretendiente de Sara. Luego los sintió dentro. Se alteró y se dejó caer entera al suelo. No, no estaba preparada. Se arrastró hacia la puerta y apoyó su oído contra ella. Quería gritarle a Sara que no estaba durmiendo. Que ella estaba allí. Que saliera de la sala. Que se lo llevara. Pero ¿Que tan inmadura estaba siendo? Demasiado, concluyó. De cualquier modo no cambió de parecer. Si quería ir a su habitación debía atravesar la entrada, así que no había salida. Decidió rogar por la cordura de su madre. 
-Ven, siéntate un momento – la voz de su madre sonaba dulce, empalagosa. ‘Sara no abuces’ susurró la muchacha con fastidio. Al parecer, afortunadamente para ella, él se negó dado a que su madre protesto. Pero Sara era caprichosa, ella no se daría por vencida. Entonces, la muchacha advirtió que si no hacía algo pasaría lo peor. Decidió hacer ruido, golpear algo, lo que sea que haga reaccionar a su madre. Pero todo lo que hizo fue toser. Toser muy fuerte para que la escucharan. Se raspó la garganta y un ligero gemido de dolor salió de sus labios.
- OH, está bien – articuló Sara al escuchar a su hija - mejor después te llamo
‘¿Acaso no se conformaba con haber salido con él cada noche durante casi toda la semana que además debía llamarlo? Ella te escuchó.’ Se dijo a si misma la muchacha tranquilizándose. 
Cuando oyó la puerta cerrarse y el motor del coche arrancando, suspiró. Las nauseas se le habían extinguido mágicamente. Ha de ser por los nervios. Como sea, pero ahora le dolía la garganta. 
Salió como si nada del sanitario. Sara colgaba su abrigo dentro del armario en la entrada. Cuando vio a su hija, esta le sonrió simulando sorpresa. 
- Hola, no te oí llegar – dijo con un hilo de voz. A sus pocas habilidades de actuación se le sumaba que su garganta estaba hecha añicos. Su voz quebrada y afónica. Trató de aclarársela pero no resulto.
- Hija – su madre la miró compasiva y un poco burlona – tendré que dejar de hacerlo pasar si quieres conservar esas cuerdas vocales.
- ¿De que hablas? , yo… - empezó a decir la muchacha, pero no continuó y se dio por vencida. ¿Para que seguir? Pensó. – Me parece bien – dijo finalmente.
- ¿Qué cuentas? - preguntó Sara. ‘Me intoxique a causa de la horrible comida rancia que me dejaste para recalentar en vez de quedarte a cocinar como una madre normal haría’ quiso decirle, pero no lo hizo – Nada y tu?
-La pase genial. Fue maravilloso. Primero fuimos a Monaccelli, ¡las pastas de allí saben exquisitas! ¿Sabes?– No, no lo sabía. Su estómago rugió. – Luego me llevó a la bahía, a mirar las estrellas, fue muy romántico – Hablaba demasiado rápido. A la muchacha le causaron escalofríos. No deseaba imaginar a su madre con un hombre. No quería seguir oyendo - me tomó la mano – rió con picardía - ¿y sabes que dijo? – las palabras de Sara estaban cargadas del entusiasmo.
Al juzgar por como hablaba, se había olvidado por completo que era a su hija a quien le estaba contando todo sobre su cita. Esa hija reacia a su vida amorosa. Esa hija que no la tendría que haber dejado llegar a ese punto.
- ¡Diablos, no! No quiero saberlo, ¡ni se te ocurra seguir! – la muchacha fue hacia sus cuadernos y los empezó a recoger. Su madre fue arrancada de su ensimismamiento bruscamente. Observó a su hija. Tragó saliva y suspiró.
- Como quieras. Antes de irte a acostar debemos hablar – sonaba seria y nerviosa a la vez. Ese era el tono para hablar de un tema que a su hija le molestaba y mucho.
- Debo dormirme, mañana tengo escuela… -
- Mackee, por favor – la interrumpió Sara - siéntate.
Esta vez se sentó sin protestar. Sara se sentó a su lado, le dedicó una sonrisa y luego tomó aire. Mackenzie se mordió el labio impaciente. Cuando tus padres, o uno de ellos, te decía ‘debemos hablar’ uno debía horrorizarse.
- Hija, he estado hablando con Steve – esperó que su hija dijera algo y cuando no lo hizo prosiguió – y él está de acuerdo en que, si tu también lo estás, bueno… - se tomó una pausa – en que quizás podamos ir a cenar unos de estos días los tres ¿Qué... te ... parece?-
La muchacha parecía en perdida, no lo sabía, pero las palabras en su mente ya no estaban claras.



– Me parece que ya es tiempo ¿no? – siguió Sara. Mackenzie apenas podía pensar. Su madre se impacientó ante su silencio – ¡Por dios Mackenzie! ¡Ya ha pasado mucho tiempo! – el grito la hizo reaccionar. Tomando control de si misma nuevamente habló.
-Bien, pero yo solo lo sé hace unas semanas. No, no...- negó con la cabeza.
-Hija, tarde en decírtelo solo porque quería estar segura de que esta relación valía la pena.
-¿Y la vale? – le preguntó a su madre mirándola fijo. Podría haber sonado a una provocación, pero Sara pudo captar la verdadera curiosidad en sus palabras. Que diablos, era su hija, la conocía mas que a nadie en el mundo.
-Lo quiero. – Esas palabras fueron un balde de agua fría en el invierno mas helado. Mackenzie miró hacia la ventana. Sara le tomo de la barbilla y la giro hacia ella – Esto no se trata de olvidar a tu padre, ni de reemplazarlo. Cariño, esto se trata de seguir adelante. – La muchacha sentía como sus ojos ardían y sabía que no aguantaría mucho tiempo sin que una lágrima apareciera – Nadie nos lo quitará del corazón, tú sabes eso ¿verdad? – dijo Sara. Mackenzie ya no estaba tan segura, se sentía confundida y cansada.
Sara esperaba una respuesta de su hija, pero Mackenzie no podía. La seguridad que había conseguido en las últimas semanas se desvaneció por completo.

-Debo irme a dormir – dijo y se alejó hacia las escaleras. Su madre se puso de pie.
-Prométeme que lo pensarás al menos – insistió. Ella no la dejaría en paz y tampoco quería gritarle o discutir en ese estado. Así que solo asintió y subió de dos en dos los escalones hasta el primer piso. 




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