jueves, 16 de diciembre de 2010

Capitulo 11

Era predecible que resultaría así. Ella estaba con un humor que ardía. 
Le contaba a su amiga y ellas reían, bromeaban acerca del asunto pero Mackenzie la pasó mal, de eso no había dudas. 
Había llegado a su casa temprano porque Sighs, el Café popular asistido por toda la secundaria del Instituto estaba rebosado de estudiantes, algo que no le apetecía en absoluto en ese momento.
Sara la esperaba ya alistada, portaba un vestido negro que había guardado para esa ocasión especial. Mackenzie solo dio un ligero saludo y fue a cambiarse. Se puso unos deportivos, sus All Stars y su chaqueta verde. No ató su cabello, tampoco lo peino. La sonrisa de su madre se desdibujo un poco al verla. Simulo su decepción y salieron juntas a la casa de Steve.
Al llegar allí Mackenzie sintió que se le revolvía el estómago. No era una casa, más bien un departamento pequeño. De esos que utilizan los universitarios. Jóvenes, Steve no era joven. Steve era el pretendiente de Sara. De su madre. 
No habló con su madre hasta que estuvieron frente a la puerta del depto. 
- Hija esto es… - Mackenzie tocó rápidamente el timbre de Steve interrumpiendo a su madre. No quería escucharla. No quería estar allí en ese lugar con ella y a punto de conocer al hombre que había llevado a ver las estrellas a su madre. 
La perilla de la puerta se movió de inmediato. Mackenzie no pudo contenerse y se volvió tras la pared. Su madre quedó allí, parada sola enfrente de Steve que la miraba curioso y un poco desilusionado. 
-Oh, estás hermosa – dijo finalmente pensando que la mujer había llegado sola. No le sorprendía. Sabía que Mackenzie se resistía a conocerlo. Decidió olvidarlo y disfrutar de la bella mujer que tenía delante suyo – Vaya, ¿y mi beso bonita?
¿Bonita? 
- Steve no… - él no espero y se lanzó fuera de la puerta para tomarla. En ese momento giró su cabeza y vio a la muchacha recostada en la pared mirando furiosa algún punto en el techo. Miró a su novia, y luego volvió la mirada a Mackenzie.
Steve se había quedado sin palabras, sentía que le faltaba el aire. La chica suspiró y se volvió.
- Encantado de conocerte… - sugirió.
- Encantado de conocerte – dijo Steve siguiendo la recomendación de la muchacha, la hija de la mujer que amaba. La que tanto había querido conocer.
La velada fue un infierno.
Primero fue la cena.
- Espero tengan mucha hambre- dijo Steve – no saben el esfuerzo que he hecho para cocinar – miró a Mackenzie - no se me da muy bien , pero he conseguido una receta fabulosa. Una comida italiana que comí hace años. Luego de tanto hacerse rogar la he encontrado y me he pasado toda la tarde para ver si me salía y creo que lo he logrado.
- Lo felicito – Mackenzie no se atrevía a tutearlo, en realidad no quería. – pero he comido antes de venir.
La expresión de Sara se llenó de horror.
Luego fue el postre.
- Esto es comprado, espero que les guste… es una especie de flan
- Oh, no me gusta – dijo la chica.
- Mackenzie! – la regañó su madre.
- ¿Qué? – Reclamó ella. Steve solo las veía sin decir nada – Tu sabes que detesto el flan!
- Si. Pero podrías hacer un esfuerzo …- Sara quería mostrarse firme pero se lo estaba suplicando. Mackenzie sonrió. 
- Claro. Claro que podría – le dijo a su madre con entusiasmo y luego se giró hacia Steve. Esta lo tomó por sorpresa. – Pero tendrías que aguantar que vomite la alfombra luego. – Sara se atragantó con la comida. - Discúlpenme paso al baño.
Y la charla luego.
- Steve trabaja en una empresa de publicidad, talvez muchas de las que a ti te encantan hayan sido de su invención. - < en ese caso que no mencione cuales porque dejaran de gustarme> pensó la muchacha.
- Si, bueno no soy tan bueno – se disculpó Steve – mi hijo dice que me falta onda. Mackenzie tu sabes que es eso? 
- ¿Tienes un hijo? – Mackenzie preguntó asombrada y Steve miró a Sara.
- Si, en realidad. ¿No le haz dicho? 
- No creí que tuviera importancia- Dijo Sara.
Mackenzie no se lo podía creer. 
- Mi hijo es imposible de todos modos. No me llevo muy bien.
- ¿Eres casado? – Largó la muchacha. Sara y Steve se pusieron aun mas incomodos.
- No, claro que no.
- Entonces ella está… - Mackenzie no se animó a terminar la frase, pero ¿seria viudo igual que su madre?
- Estamos divorciados 
- Oh – dijo Mackenzie y miró su reloj – Ya. Debo irme – y se marchó.

Gwen escuchó atentamente el relato del desastre y trató de no dejar espacios en risas que pudieran perder a su amiga. Había sido un día duro y ahora debía relajarse y dejar de pensar en todo ese dolor. 
- ¿Recuerdas a Joshua? El chico que me quitó los cupones, el del campo de fooball.
- El amigo de... el de la moto. 
- Si, yo...
- Tu... - Mackenzie la miró fijamente a los ojos y Gwen no logró evitar reir - Por dios, Gwen! Eres increible. 
- Solo me parece agradable. 
Mackenzie volvió a mirar seriamente a Gwen y esta vez ambas no pudieron contaner las risas.

En ese mismo momento, en otro punto de la ciudad, esa misma noche.
Entró con la ira concentrada en sus manos y comenzó a darle a golpes a la bolsa de boxeo colgada en el medio de su habitación. Un golpe y todavía se odiaba. Dos golpes y todavía se detestaba. Tres golpes y se giró y entró de lleno a la pared. Su madre, desde abajo había escuchado el sonido y protestó. Él no hizo caso, él nunca hacía caso. Asi era Tony. Irresponsable, atrevido, mentiroso, frívolo. Y sin embargo se sentía morir por haberla tratado así. La había alejado. Kerry lo había dicho, luego de convencer a Will y Zack de que renunciaba a aquella tonta apuesta: - Me parece perfecto que no sigas adelante con eso. Al fin y al cabo es Morton, es rara. No te acerques, nadie lo hace. ¿Has notado que nunca sonríe? Olvídate de ella. – Y Tony le había hecho caso, porque él debía simplemente hacerlo, porque era lo correcto. Pero se sentía una mie rda.
Esa semana se dedicó a arreglar su moto para las carreras. Era lo que necesitaba, terminar con las blanduras de corazón.

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