jueves, 16 de diciembre de 2010

Capitulo 14

Llegaron saltando todos los basureros hasta el final del callejón. Había un poco de dificultad en doblar estando allí, pero ambos se las ingeniaron. Tony saltó primero. Cuando Mackenzie estuvo con él, y levantó la vista hacia un poco más adelante, se emocionó. Tomó de la mano de Tony y comenzó a correr. Él estaba adormecido con su contacto. Pararon un segundo y ella lo miró inquisitiva - ¿Aquí? – Tony la miró sonriendo. Sabía que no la había defraudado. Esa había sido su meta y estaba extasiado por la forma en que la muchacha sonreía. Miró a su alrededor, observando que la pared atrás suyo estaba aun deteriorada – Un poco más – y corrieron otro poco. Era solo un detalle para que sea perfecto. La gente ya no iba por allí. Habían olvidado el hermoso paisaje que se escondía tras los suburbios. Sin embargo, eso lo hacía especial, pensaba él.
- Ya – dijeron ambos y se sonrieron. Tomaron asiento sobre el contenedor vacio uno junto al otro.
- Este es mi lugar – dice el mirando al horizonte, pasando por alto el lago y a través de la espesa trama de árboles a lo lejos.
- Es que no puede ser mas bonito - dijo la chica sin poder quitar la vista del ecosistema en frente suyo. Olía a fresco, y el viento traía un poco de aroma almizclado del bosque. Le encantaba eso. Además, no se oía mas que algunas aves, y unos patos que chapoteaban juguetones en el agua. – No puedo creer que esté tan bien cuidado, siendo que esta tan oculto – se preguntó la muchacha.
- Es por eso que está bien cuidado. Las personas no vienen aquí con su porquería.
Mackenzie asintió.
- ¿Vienes aquí seguido?
- Lo hago, si. Desde que me mudé. Para pensar.
- Entiendo.
Y se quedaron así. Hablando. Riendo y disfrutando de la hermosa vista. Con el juego de los favoritos. Se conocieron más el uno al otro. También sintieron una especie de Dejavú interesante, pero no le prestaron demasiada atención.
En medio del crepúsculo, algo que fue posible ver con detalle y que maravilló aun más a Mackenzie, Tony pensaba en ese momento en donde estaba y con quien. Y nada mas. 
- ¿En que piensas? – Le dijo la muchacha luego de ver que se había quedado callado mirando hacia el sol que se estaba escondiendo. Ella ya había presenciado esta clase de momentos. Siempre se lo había preguntado y ahora estaba allí, con él, lista para escucharlo. Él por su parte estaba sorprendido. Nunca nadie se lo había preguntado. Y estaba conciente de que se quedaba pensativo a menudo. Se sintió bien y quería serle sincero. En verdad lo quería, pero ¿que le diría? Qué se sentía muy emocionado por estar allí con ella. Eso sería una parte de lo que sentía. También le podría decir que tenía unas ganas incontrolables de tirarla sobre el contenedor y besarla. Que la deseaba. Que se veía muy hermosa. Si bien estaba abrigada hasta el cuello, eso lo enloquecía aun mas. La curiosidad. El misterio. Que había más allá de todo lo superficial. Pero eso no quedaría muy bien. Además, ella era diferente. Muy diferente a él. Aun así sentía que había cosas en común. Había algo más. Algo que le interesaba de sobre manera. En ese momento le hubiese encantado leerle el pensamiento. 
Aclaró un poco su mente. Todavía quería contestarle. ¿Se lo diría? ¿Que le gustaba demasiado? Decidió guardárselo y quedarse callado.
- En nada – ella lo miró y dijo – cuando vienes aquí no piensas en nada. 
Él la miró inquieto. Ella tenía razón. Él iba a pensar allí, a pensar en nada. Era lo que Tony disfrutaba más. Llegar allí y ponerse en blanco. Esa chica era increíble, pensó. solo que en ese momento ella se equivocaba. Él estaba pensando en ella.
- ¿Eres vidente Morton? – Dijo él. Algo en esa pregunta la hizo apagarse un poco y se volvió al frente. Su apellido.
- Tu … – empezó a decir – traes seguido a Kerry por aquí? 
- ¿Kerry? – Tony la miró frunciendo el ceño. Ella no lo hizo. 

- Si. Es tu amiga, o lo que sea – tragó saliva – La debes traer aquí.
- No – Mackenzie lo miró – ella no entendería. Ya sabes. Cómo a ti no te gustan las carreras de motos y a ella si. Bueno, esto es viceversa 
La muchacha se estremeció ante esa afirmación. Le sonaba irónica, pero solo a ella le sonaría así, puesto que solo ella y Gwen lo sabían. Y Sara, un poco también quizás. Pero a él no se lo diría. Estuvo callada unos cinco segundos.
- Sigo sin entenderlo – dijo finalmente. Tony la escudriñó.
- ¿El aire frío te consume neuronas? – preguntó burlándose.
- Ahora que lo mencionas, esta mas frío aquí. – la chica se frotó los brazos. Ya estaba oscureciendo - Pero no. Hablo de que a ti también te gustan esas cosas, y sin embargo sabes apreciar esto también.
Tony lo pensó. Ella hablaba con sentido. Pero a él le costaba esto.
- Creo que ya entendí – la voz de Mackenzie le sonó melodiosa, suave. En su interior sonreía ante la capacidad de ella de responderse por si misma sus propias preguntas, cuando él no podía hacerlo- eso es porque tu no eres como ellos. 


Tony se perdió. Él nunca lo aceptaría, pero puesto en los labios de ella todo parecía tan inocente. Le dolió un poco porque él se lo negaba. – Tu eres diferente – siguió Mackenzie . Algo en esto lo tranquilizó. Ella también lo era para él pero no pudo decirlo.
Se puso a rememorar cada una de las chicas con las que había salido. Sin presumirse a si mismo, no podía acordarse de todas ellas. Ya sean por el numero, o porque había estado demasiado borracho en esas noches. Sin embargo siempre trataba de evitar las del instituto, eso lo hacía sentirse mas poderoso. Menudo idiota, se dijo así mismo. Toda esa fachada le parecía ridícula ahora en ese momento, con ella allí. Ninguna le había importado realmentr. Pero Mackenzie, ella lo hacía sentir diferente. Y le daba miedo. Pero era muy difícil salirse ahora.
La noche los cubrió lentamente. Era casi invierno, así que oscurecía temprano.
Cuando volvían por el callejón, Tony vio en el rostro de Mackenzie la preocupación evidente.
-No deberíamos habernos quedado hasta esta hora
-Lo lamento, quería que vieras el atardecer aquí. – se disculpó Tony.
-Lo sé. Fue algo muy… - se lo pensó un momento y se distrajo con un ratón que corría por en frente de la motocicleta – mágico.
Él solo pudo reir. Le encantaban sus gestos, tan espontaneos.
La moto arrancó. Y cuando estuvieron en los suburbios nuevamente, la tensión en Mackenzie creció. Había varios vagos en la calle y no parecían para nada amigables.
Tony lo notó.



-Tranquila, no dejaré que nada te pase – dijo él con la vista hacia delante, a la calle. Esto no la calmaba del todo, aunque la hacía feliz. ¿Y qué si se montaba una pelea con alguno? Puesto que Tony era muy impulsivo, y su opinión de él como violento aun se sostenía.
Pero no ocurrió nada.
Llegaron a la puerta de la casa de Mackenzie. La muchacha se bajó de la moto y le entregó el casco.
-La pasé muy bien – Tony la observaba, se veía hermosa bajo la luz de la luna. Llevaba el cabello sujetado como de costumbre y los ojos le brillaban.
-Ahora te toca a ti presentarme tu lugar – la chica silbó
-Hay muchos, pero si… - lo pensó un momento – hay uno en especial aunque comparado con el tuyo…
-Muero por conocerlo – La interrumpió. Ella lo observó. El viento al igual que a ella le revolvía el cabello. Los mechones castaños caían abrazando su cuello. Otros acariciaban su rostro y su frente. Los envidió. Ella ya estaba convencida. Él le encantaba.
Hubiese sido un momento increíble para un beso. Pero no lo hubo. No importaba, ambos se habían quedado con la impresión de haber compartido un momento muy íntimo.



Sara estaba en casa. Sara nunca estaba en casa. Pero ese día la estaba esperando. Si fuera una madre común, la regañaría quizás. Pero la muchacha sabía muy bien que eso no pasaría, aunque lo prefiriera.
Sara al ver entrar a su hija, corrió hacia ella.
-Quiero saberlo todo – y se lo dijo con un entusiasmo que provocó ganas de vomitar en Mackenzie. ¿Contarle a su madre? Nunca.
-Me dejas respirar al menos – le exigió la chica.
-¿Para que quieres respirar? – preguntó la madre divertida
-Eres imposible
-Vamos, cuéntame. Se que quieres hablar – Mackenzie se lo pensó un poco. Ella necesitaba contárselo a alguien. Y Gwen… bueno, ella armaría un alboroto y no tenía energías para soportarlo en ese momento.
-Solo... yo salí con un amigo.
-Oh, me acabas de hacer perder una apuesta con Steve. Él dijo que dirías eso. Vamos cuenta...
-Tu... ¿Has apostado con Steve sobre mi?
-Cariño, es solo un pequeño juego.
-Odio las apuestas Sara.
Una vez dicho esto. Se sacó el abrigo y corrió escaleras arriba.

Al llegar a su casa. Él todavía sentía el perfume de Mackenzie en su chaqueta de cuero. Agradeció haber cancelado esa tonta apuesta. Pero todavía había algo que lo molestaba y era que no tenía idea de cómo seguir adelante. ¿Qué haría con el grupo? Con Kerry, Will y Zack. ¿Cómo seguir sintiendo lo que sentía por Mackenzie y permanecer con ellos? Aunque en verdad, ellos no le importaban y aún era algo que le costaba aceptar.




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