jueves, 16 de diciembre de 2010

Capitulo 3

Una semana mas pasó. Logró evitar hablar con Sara sobre el tema de la cena con Steve. También evito a Gwen, tarea difícil, pero de alguna manera supo que lo lograba solo porque la pelirroja decidió darle un espacio. Mackenzie ya no estaba tan enfadada, aunque quería que se le vayan esas ideas de la cabeza a su amiga.
El viernes por la noche, mientras programaba el microondas para un café de madrugada, sonó el teléfono. La voz de la operadora dijo las palabras: llamada cobro revertido. La muchacha presionó uno para aceptar la llamada. Imaginó a su madre, sin dinero, varada en algún lado con Steve.
- ¿Si? - dijo
- Antes que cortes te recuerdo que estás pagando por esta llamada y como se que no te gusta desperdiciar dinero, te aconsejo que al menos escuches por un minuto – dijo Gwen apresuradamente - ¿Bien?
- 59…58…57…56… - empezó a contar Mackenzie.
- Bien, está bien. Lo lamento, lamento insistir tanto con esto. Se que soy cabeza dura y que vivo justificándome pero esta vez es diferente. Te doy la razón en todo. No como a los locos ¿Entiendes? En serio, tu solo sabrás que es mejor para ti. No puedes seguir ignorándome, los de mi especie no toleramos tal rechazo. Dame una oportunidad. ¿Cuánto voy? – dijo respirando agitada, exagerando.
- Pues… tu podrás subir escaleras y mascar chicle al mismo tiempo, pero yo no puedo contar y escuchar a la vez – dijo Mackenzie.
- ¿Y elegiste escuchar o contar?
- ¿Tu que elegirías? Chicle o escaleras.
- Si hablamos de las escaleras de la escuela, elijo chicle. Pero si se tratan de los escalones de mi amistad contigo… - dijo con voz dramática.
- Gwen… Júralo – dijo Mackenzie seria.
- Lo juro mi Mac bonita. ¿Me perdonas? – la había perdonado mucho antes de que se diera cuenta que solo su mejor amiga usaba ese truco de la llamada de cobro revertido para que no le cortaran.
- Si, pero vaya que tendrás que esmerarte para remontar esto.
- Lo sé, y ya tengo la solución. Ábreme la puerta.
Antes de dirigirse a la entrada, Mackenzie tomó otra taza y vertió el café frió en ella, luego metió ambas tazas en el microondas y lo encendió. Abrió la puerta.
- ¿Qué harías sin tu fiel amigo microondas? – dijo su amiga entrando a la casa. Cuando el café estuvo listo, ambas se sentamos en el sofá.
- Te escucho y trata de no darme motivos para echarte – dijo tomando un sorbo del café caliente.
- Buscaremos a tu chico anónimo – dijo entusiasmada. Se estremeció al beber de su taza, muy caliente.
- ¿Mi que? OH vamos! 
- ¿Qué pistas tenemos? – Mackenzie no pudo evitar reír – Estoy hablando en serio.
- Bien.. Es hombre… espero.- frunció el ceño- Tengo algunas de sus notas… Así que su letra? Pero la gente cambia la letra.
- No, no lo hace – replicó Gwen
- Si, yo lo hice- tomó un sorbo del café- No le pregunté su nombre, ni su edad, solo te puedo hablar de cómo es y sus gustos. Si es que no mintió. Ah si,por cierto , el campamento quedaba a 300 Km. de aquí, así que tenemos aproximadamente un radio de esos 300 a la redonda, con suerte claro – su ironía no le hizo gracia a Gwen
- Solo trato de ser realista.- se disculpó Mackenzie. 
- Y yo de entender porque tu madre no te envió a un campamento mixto.
- Era mixto, solo que no teníamos contacto con ellos. 
- Suena tan antiguo.
- ¿Piensas que Sara se tomaría el tiempo de verificar tal caso? Ella solo anotó mi nombre y pagó. Ya sabes, en el tiempo que me habló sobre Steve.
- Quizás él se lo recomendó. Deberías agradecérselo. – Gwen parecía sincera. Steve no le cae del todo mal a Mackenzie, pero la idea de decirle gracias frente a frente, bueno eso si caía mal – Como sea. Veo que no tienes ganas de cooperar, así que permíteme las cartas y lo averiguaré yo sola. Te iré informando- La idea de entregarle esas notas a su amiga la aterró. No se creía tan fuerte como para alejarse de ellas. 
- ¿Qué tal si las escaneo y te las envió?
- Plaf, como quieras.
Esa noche estuvo inquieta y le costó dormir. Entre pensamientos podía ver lo ilusa que sonaba ilusionándose por alguien del que solo conocía lo que él quiso que supiera, escrito en un papel. Sonaba tan tonto. Pero solo Mackenzie sabía cuanto la había ayudado. Gwen era su mejor amiga. Ella era como una hermana, pero hay cosas de las que cuesta hablar hasta con una hermana. También sentía la inquietud, la curiosidad de saber quien era. Pero eso lo cambiaría todo, estaba enamorada de cómo había resultado esto. ¿Y si se decepcionaba? Estaba la posibilidad remota de que solamente hubiese estado aburrido y le gustase seguirle el juego. Quizás no era tan perfecto como se lo imaginaba. ¿Quién lo es en realidad? 


Recordaba la primera vez, la primer noche…
Había llegado junto a un par de chicas a la cabaña que les tocaba. Junto a esta había una especie de muro de lona que separaba las cabañas masculinas de las femeninas. Le pareció tan ridículo pero no le importo mas que eso. La guía, una de las tantas monjas que rondaban por el lugar, les había hecho un recorrido lo suficientemente largo como para dejarla agotada y adoloridos los pies. Las chicas con las que compartía las cabañas ya habían concurrido antes a ese lugar. Ella era nueva en todo.
Por la noche. Cuando las luces se apagaron, luego de cinco minutos ,se volvieron a encender. Alguien tocó la puerta – tapa tapita tapón- era la señal. Abrieron y una muchacha rubia de cabello corto con unos años mas que Mackenzie, entró en el cuarto sosteniendo en sus manos un montón de pequeños papeles.
- ¡Chicas! Las extrañé – la muchacha se abrazó con Jude, una de las compañeras de habitación.
- Hey Lizz, nosotras también. Pero mira, hay una nueva – señalo hacia Mackenzie, esta sonrió- Las presento Mackee , esta es Lizz. Lizz, Mackee – señaló nuevamente . Lizz le tendio la mano y ella se la dio.
- Mucho gusto cariño, soy asistente de los campamentos Rinier’s
- Los… - dije
- De ambos, femenino y masculino. De día ayudo a la madre Rinier y a su hermano. De noche, estoy para tus servicios. – se inclinó en una reverencia. Mackenzie miró confundida hacia el resto de las chicas allí a su alrededor.
- Lizz es nuestra paloma mensajera – explicó Jude y sonrió hacia ella – Nuestro puente comunicativo hacia los chicos Riniers. Yo tengo a mi novio allí y la mayoría de aquí ya se conoce. –
Mackenzie enfocó su mirada en los papeles en las manos de Lizz.
- Con notas escritas? – preguntó mirándola.
- ¿Y como mas? No hay Internet ni teléfono aquí, y en ese caso no me necesitarías Y ni modo que me acordase de memoria cada mensaje. Trabajo aquí como parte de mi eterno castigo, y para tener con que pagar mis estudios.
- Así que tu solo pasas del otro lado, vas y ¿entras a la cabaña de los chicos? – dijo Mackenzie frunciendo el ceño.
- Eso quisieran ellos. No. Yo solo los llevó hasta Henri, el se encarga de dárselos. Él es como yo. – dijo Lizz. Suspiró y comenzó a repartir las notas de colores – muy bien, de prisa contéstenlas. Las que quieran enviar, vamos apresúrense también debo llegar a las otras cabañas.
- Hey – una de sus compañeras llamó su atención – Vamos! Escribe algo. No importa que no los conozcas. Esto será de seguro lo mas cercano a la diversión que tendrás en los próximos días. Lo bueno es que Lizz trabaja todas las noches también – hizo un guiñó y siguió escribiendo.
Ese fue el momento en el que Mackenzie escribió su primer nota ,sin saber en realidad que sería para él. Fue algo como: ‘Solo respóndeme si no tienes idea de que estas haciendo aquí, como yo no la tengo’ Pidió que se la dieran a quien sea. En realidad no tenía esperanzas de que la contestaran, solo pensaba en descansar. Pero Lizz trajo minutos mas tarde una nota para ella. Decía : ‘La gente está aquí por una especie de castigo. Yo quizás me merezca uno, pero no estoy por eso. En realidad, tampoco tengo idea’
Si le preguntaran que fue lo que la motivo a seguirle escribiendo noche tras noche, diría que al principio aburrimiento, pero luego todo cambio y ya no pudo parar.

Cuando Gwen despertó, le dijo que le entregaría las cartas pero no sin antes hacerle prometer que las cuidaría con su vida. Ella hizo su juramento y Mackenzie se las dio sin saber que sería la ultima vez que las vería.
- Veamos que tenemos aquí, su poema preferido ‘Soneto III’ de Pablo Neruda – leyó rápidamente – oye, el tuyo también lo es ¿no es así?- Mackenzie asintió. – bien. Oh, lo olvidaba, tengo algún que otro chisme que gracias a tu capricho… - Mackenzie bufó- justificado, no pude decirte.
- Te escucho – dijo tirándose en la cama.
- Es sobre Wheeler – el estomago de Mackenzie se inquietó – El es mi segundo objetivo interesante, ya sabes – la muchacha castaña puso los ojos en blanco. No podía culparla, era atrayente. A lo largo de esos días ya supo encontrar su lugar, su grupo y los integrantes de dichos grupos eran unos idiotas lo que también lo convertía en tal. Supo detestarlo en silencio.
- Kerry le ha marcado en la frente con un atizador caliente su nombre, pero dicen las malas lenguas, que nuestro chico malo, no es alguien quien se deje domar. Él es un rebelde.
- Hablas de que es de esos quienes se rebelan al sistema. Se meten en peleas, usan a las chicas como objetos y rompen cosas- dijo Mackenzie cerrando los ojos. Esa era su idea sobre él. 



-Vaya, eres vidente. A mi me contaron que es muy mujeriego y si, está a la vista que trata mejor a su motocicleta que a las mujeres – dijo recordando el episodio en la cafetería- Como sea, me debo ir. Te mantendré al tanto – le dijo levantando su bolso donde minutos antes había guardado las cartas - Un chico violento, sublimemente caliente! – Gwen gritó saliendo, prácticamente danzando, por la puerta de la habitación. Mackenzie no pudo reprimir una sonrisa. 



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